Estallido social e insurgente en el Perú

TOMAR LIMA Y RECUPERARLA PARA EL PERÚ INTEGRAL

El pueblo peruano tiene la tarea de dar aliento, proteger y ayudar a sus fuerzas movilizadas hacia la capital y a sus auténticos dirigentes. La proyectada Toma de Lima, asusta a la élite limeña y la desespera.

 Para esta Marcha de los 4 suyos o simplemente la Toma de Lima no existen ni se necesitan los dólares del oligarca financiero George Soros, como aconteció con la que catapultó a Alejandro Toledo y sus secuaces. El ejemplo de Andahuaylas, Puno y demás pueblos y ciudades, de reunir céntimo a céntimo y sol a sol los recursos para financiar esta tarea, es de lo más digno e históricamente significativo. Habiéndose autoconvocado el pueblo, por propia convicción sobre su causa, es este quien respalda y financia sus propias acciones de lucha.

No, no son “terroristas” los que azuzan; ni son los “vándalos”, ni la “injerencia boliviana”, los que atizan; ni los “mineros informales” los que financian. Hoy está claro que los verdaderos vándalos que tiran piedras contra ambulancias, incendian vehículos civiles, asaltan tiendas como Plaza Vea, son los del grupo “Terna”, infiltrados entre las masas, para desacreditar la lucha; y para justificar la sangrienta represión que se ha ejecutado contra ella.

¿Cuál es la base social más sólida de lo que, a estar alturas, es un estallido social con características insurgentes, amparados en el Artículo 46º de la Constitución (*)? La conforman los campesinos de las comunidades, pequeños propietarios agrícolas y pequeños comerciantes del Sur del Perú. Sus recios dirigentes han brotado de ahí. Una parte proviene de la lucha de estas dos últimas décadas contra la expansión de la gran minería en desmedro de las comunidades y pueblos. Otros, provienen de la gran lucha magisterial, sobre todo del 2017. El sector movilizado en la capital, que salió a las calles de manera simultánea, aunque sin coordinación, proviene del proletariado urbano, de sectores intelectuales y de políticos nuevos y patrióticos. Los que salen a la Panamericana, en el Norte y el Sur, provienen del proletariado agrícola. Los que salieron en la Selva Central son compatriotas de poblados y de comunidades nativas, cuyas reivindicaciones son innumerables: Hábitat, salud, educación, cultura. Todas esas masas, están vinculadas al Programa que enarboló Pedro Castillo en su campaña electoral y en sus 16 meses en el gobierno y, sobre todo, resumidos en su Discurso del 7 de diciembre. Un programa al que se agregó la libertad de Pedro Castillo y su restitución en la presidencia, luego de que fuera derrocado. Progresivamente, se han ido sumando otras fuerzas, como artistas e intelectuales, ampliándose la lucha en número; y, en cuanto a las regiones, expandiéndose de 5 a 12 de ellas, y poniendo el acento en tres puntos: 1) Renuncia de Dina Boluarte, 2) Cierre del Congreso y 3) Convocatoria a una Asamblea Constituyente. La libertad de Pedro Castillo —y no la simple “solidaridad y debido proceso”—, está presente en el núcleo duro de la lucha y en su inmensa mayoría movilizada, pero es puesta  en cuestión por algunos ¿por quiénes?

el pueblo movilizado debe de entender que un inicio tan espontáneo, voluntario y autoconvocante, es la fuente de su legitimidad. Pero la articulación, de todas las regiones, en un comando unificado a partir de la dirigencia del Sur, es la garantía de su victoria.

Sectores de la pequeña burguesía (muy influidos por las campañas de la prensa del sistema); y sectores oportunistas y de la izquierda rosa, que se han sumado a la lucha, luego de haberse sumado al golpe parlamentario, pretenden dejar en la sombra la bandera de libertad y restitución. Aquella postura no es inocente ni neutra. Al insistirse en la necesidad de un gobierno transitorio —obviando a Castillo— no están pensando en don Valentín Paniagua (2001), sino en Sagasti (2019). Tampoco están pensando en un tema moral. Que “Castillo es corrupto”, por ejemplo, cosa que ni la inquisitorial Fiscalía puede probar en un año de persecución. Están buscando usar la lucha del pueblo y su sangre, para poner ellos a uno de los suyos (ya barajan nombres). Una vez que tengan las riendas harán lo que saben hacer. Crear condiciones —con esa misma prensa que ataca a la lucha del pueblo — para desviar las reivindicaciones hasta llevarla a un punto cero a favor del sistema. Es, decir, pasar a montar, con maña, que “no hay condiciones para Asamblea Constituyente”; y para reducirla a simples “reformas políticas» (a su favor). Una prueba de que están embarcados en esa operación encubierta es que hay quienes sostienen que en el actual estallido social, la bandera de Asamblea Constituyente “está metida de contrabando” (Felipillo Richard Arce). Ya están usando a las encuestadoras del sistema (IPSOS, IEP), para hacerles decir lo que su plan necesita. Por ello, el pueblo movilizado no debe de arriar esta bandera: Libertad de Pedro Castillo y su restitución —ni ninguna de sus banderas originales—, porque Dina Boluarte es una traidora, usurpadora y genocida. Y Castillo debe de reasumir sus funciones para ejecutar el Programa de lucha que, del Discurso pasó a ser asumido por las masas. Estamos, pues, ante una Dictadura de extrema derecha ejercida por una alianza cívico-militar, similar el régimen fujimorista de los 90-2000 (lo que ha llevado a que algunos de quienes aplaudían a Boluarte y su represión, ahora salten del barco). Con el agravante de que Dina, la asesina, no tiene conflicto moral alguno en “pedir perdón” por los 52 asesinados, pero culpando a los “violentistas” de esas muertes. O sea, reafirmándose en que seguirá mandando a matar, junto a su lugarteniente el genocida y terrorista Alberto Otárola.

Desde el 7 de diciembre y desde su reanudación el 4 de enero, la lucha ha seguido creciendo y elevándose. Lima no es “el blanco” como titula el intelectual reaccionario César Híldebrandt, en su cada vez más retrógrada revista H13Lima es nuestra y hay que recuperarla para que vuelva a ser parte del Perú integral; y no la madriguera de la élite y sus sirvientes, siempre de espaldas a la inmensa mayoría de los peruanos. Como tal proceso de toma y recuperación se ha puesto en marcha, la élite se asusta. Y no tiene otra respuesta que la respuesta gorila: represión, terror, persecución y muerte. Asimismo, la élite limeña, blanca y racista, pretende usar al fantasma del Movadef, para sostener que aquellos “encabezan” la protesta. Aquellos no encabezan nada. Y todo indica que fueron sorprendidos por tan vasto estallido social e insurgente, cuando removían cielo y tierra para lo mismo de siempre: “amnistía y reconciliación nacional”. El general (r) Wilson Barrantes, sostiene que atribuirle a esta organización la dirección de las protestas es “una estupidez” (LR, 17/01/2023). No podemos dejar de decir —a pesar de que condenamos las detenciones en Ayacucho de algunos activistas del Fredepa—, que esta acción policíaca magnificadora y victimizadora es cíclica. Y tiene como propósito mantener vivo a Movadef, para poder usarlo contra el movimiento popular, cada vez que este levante vuelo.

Que haya unas 16 organizaciones activando en esta lucha, es signo de que fue y es el pueblo el que se autoconvocó. Inventar “azuzadores” carece de sentido. Pero el pueblo movilizado debe de entender que un inicio tan espontáneo, voluntario y autoconvocante, es la fuente de su legitimidad. Mas la articulación, de todas las regiones, en un comando unificado a partir de la dirigencia del Sur, es la garantía de su victoria. Por eso es que, todo el movimiento debe de ser protegido y apoyado, con todos nuestros recursos, ahí donde estén. El bloqueo de pistas y carreteras por los aparatos represivos, no impedirá que la capital sea tomada por las masas. Tampoco las amenazas desde el parlamento, que busca legislar para justificar disparar a matar, sólo porque las masas superen en número a los represores. Todo esto es sólo un dique endeble ante un río turbulento. Pero en esas amenazas y en ese bloqueo transitorio, y en esas acampadas a mitad del camino, los avanzados y heroicos activistas populares —mujeres y hombres— pueden aprovechar para sembrar consciencia en las masas de los pueblos aledaños. De manera que el dique en el camino, sólo hará que el río de masas acumule fuerzas más poderosas. Esa fuerza de masas, a la vanguardia del pueblo, del mismo modo que la dirigencia que puso el pecho en las Asambleas del 28 y 31 de diciembre, en Arequipa y Juliaca, respectivamente, deben de ser preservadas. Aquellos forman parte de la auténtica dirección, de la auténtica vanguardia de la lucha.

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(*) Artículo 46º Constitución política del Peru: «Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas en violación de la Constitución y de las leyes. La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional»